La música clásica, como en el caso de todas las bellas artes, no solo consigue trascender en la emoción humana más universal, sino que es capaz de acercar nuestro espíritu a lo sublime.
A la música clásica además se le han atribuido efectos terapéuticos que influyen en nuestro cerebro y estado emocional, capaces, por ejemplo, de reducir el estrés o mejorar la concentración.
Estudios científicos afirman que es capaz de modular nuestro estado anímico conduciéndonos a la alegría, así mismo ha resultado beneficiosa en los postoperatorios que siguen a un trasplante ya que es capaz de reducir la ansiedad, el dolor y las náuseas, influye incluso positivamente en nuestro sistema nervioso parasimpático.
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